Ambientada cuatro años después de la batalla de Gallipoli (Turquía, 1915), El maestro del agua (The Water Diviner, 2014) cuenta la historia de Connor (Russell Crowe), un granjero australiano que viaja a Estambul para descubrir el paradero de sus hijos, desaparecidos en combate.
Aunque parece realizada con esmero y cuidado, El maestro del agua paga la novatada de su dirección, con una historia insulsa y azucarada, buscando una épica artificial y prácticamente inexistente, y con un puñado de escenas predecibles, plagadas de tópicos y clichés.
El maestro del agua no es una película excesivamente mala, pero queda lejos de resultar satisfactoria, ni tan siquiera como mera aventura de entretenimiento. Además, la omnipresente presencia de Russell en pantalla llega a molestar, con una interpretación que, en su afán por dotar de épica a la historia, resulta tan contenida que roza lo insustancial.
Me ha molestado especialmente la banda sonora, a veces inapropiada e impersonal, y en ocasiones absurdamente excesiva. Pero no todo va a ser malo, y es que si en algo destaca El maestro del agua es en su fotografía. Andrew Lesnie consigue captar algunos momentos y planos de gran belleza y la factura de sus tomas es notable. De agradecer es también el hecho de que Crowe no haya dotado a su film del metraje excesivo y prescindible propio de este tipo de producciones.
Como director, Russell Crowe no va a ser un maestro de la materia, o al menos, no tiene pinta de ello, pero tampoco es un completo desastre. Si tuviera que añadir alguna observación en su boletín de notas no tardaría en escribir un “necesita mejorar” con el optimismo de quien cree que puede llegar a conseguir ser un buen director. Habrá que esperar a ver si consigue evolucionar en sus próximos proyectos y, personalmente, espero que la elección de las historias y guiones a desarrollar mejore, porque desde luego, en este aspecto, El maestro del agua me resultaba completamente aborrecible.
Puntuación: 4/10
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