En los días previos a la boda de Michael (Scot Williams), un grupo de amigos un tanto cabrones deciden secuestrarle en broma, dándole el susto de su vida con la secreta intención de que acabe conduciendo el vehículo de huída en un robo a unos mafiosos muy chungos encabezados por Golden Pole, un Vinnie Jones muy cabreado. El caso es que en la escapada, este grupo de ingleses inconscientes y sus peligrosos perseguidores acaban en Lituania siendo golpeados por gitanos, prostitutas, borrachos, policías corruptos, maleantes, y demás personajes estrambóticos.
It’s Such A Beautiful Day (Don Hertzfeldt, 2012)
It’s Such A Beautiful Day es dura, extraña, compleja, y bella. Su metraje, corto e intenso, nos hace vivir un cúmulo de emociones que difícilmente podremos olvidar. Esta película deja muesca en los huesos de nuestro corazón, y nos hará acompañar al personaje principal a un mundo difícil, extraño, y seguramente desconocido para la mayoría de los espectadores, entre los que me incluyo.
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Nebraska (Alexander Payne, 2013)
Llega un día en el que pierdes la noción del tiempo y las cosas, no sabes que ha sido lo último que has comido ni a la hora a la que lo has hecho, las conversaciones que se forman a tu alrededor parecen esquivar tu oído porque te encuentras completamente ausente y absorto. Nunca has sido un santo y siempre has venerado más la espirituosa sangre de Cristo que se sirve en las tabernas, que a cualquier ídolo de ébano o mármol. Ya se encargaban los demás de decirte cómo tenías que comportarte como para además querer ser consciente de ello. Sin embargo, hace ya algún tiempo que eres completamente inútil, y ni siquiera la mujer que tanto te aguantó y a la que tan poco quisiste parece ya tener mucha paciencia para aguantar tus desvaríos, tus distracciones y tus tonterías.
Promesas del este (David Cronenberg, 2007)
Una niña entra helada y temblorosa a una farmacia. Asustada, pide ayuda al farmacéutico, tras lo cual, comienza a sangrar y acaba por desmayarse. Así comienza Eastern Promises (David Cronenberg, 2007), y así acaba el comienzo de lo que podría haber sido un buen film neo-noir. Y es que un Londres oscuro y húmedo, una trama mafiosa rusa y el nacimiento de una niña que puede llevar a traste todos los planes del clan son elementos que podrían haber funcionado bien, si no fuera por lo mal llevada a cabo que está la película de Cronenberg.
Prisioneros (Denis Villeneuve, 2013)
Es Acción de Gracias, llueve y la atmósfera es oscura. La tensión se puede cortar con un cuchillo pese a que las imágenes nos muestran imágenes festivas, familiares y alegres, pero es cuando la cámara se coloca en el interior de una destartalada RV y se escucha una inquietante respiración cuando la tensión comienza a justificarse.
Los Vengadores (Joss Whedon, 2012)
Los Vengadores no es nada nuevo, ni lo pretende. Los vengadores no tiene mayores pretensiones que las de servir de entretenimiento a los espectadores. Y vaya si lo consigue: dos horas y veinte minutos de explosiones, peleas al más puro estilo Bola de Dragón, volteretas, disparos, escenarios destruidos hasta el infinito y más allá, monstruos abominables y disfraces horteras. ¿Qué más se puede pedir?
El maestro del agua (Russell Crowe, 2014)
Ambientada cuatro años después de la batalla de Gallipoli (Turquía, 1915), El maestro del agua (The Water Diviner, 2014) cuenta la historia de Connor (Russell Crowe), un granjero australiano que viaja a Estambul para descubrir el paradero de sus hijos, desaparecidos en combate.
Encadenados (Alfred Hitchcock, 1946)
Tras la Segunda Guerra Mundial, el agente secreto Devlin (Cary Grant) intenta ganarse la confianza de Alicia Huberman (Ingrid Bergman), hija de un espía nazi, para que colabore en la misión que tiene por objetivo atrapar al cerebro de los nazis en Brasil Alexander Sebastian (Claude Rains).
El Gran Hotel Budapest (Wes Anderson, 2014)
Wes Anderson es uno de los cineastas con la personalidad más definida de todo el celuloide. Basta un fotograma de cualquiera de sus películas para reconocer al autor.
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Los cuatrocientos golpes (François Truffaut, 1959)
Tras una larga huída nos encontramos con una playa sin fin y la inmensidad del océano. Cansados y confusos terminamos por mirar a los testigos de nuestra historia como buscando direcciones o instrucciones para continuar ante la multitud de interrogantes que asaltan nuestro ser llegados a este punto.
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